domingo, 10 de febrero de 2019

El punto de llegada y de partida

Nunca he tenido claro en los viajes si uno va o viene.
Si el punto de retorno es en realidad el punto de partida o si el viaje supone una ida y una vuelta a  algún punto abstracto entre el espacio físico y el espacio espiritual.
En cualquier caso, qué satisfacción tan enorme volver a casa, ponerse las zapatillas o sentarse en el cómodo sofá tuyo y de nadie más. Cuya vida solo la conoces tú y cuya vida, solo la conoce él.
Y contemplar los objetos que por circunstancias que nadie sabe, un día elegimos para que formen parte de nuestro entorno íntimo y nos evocan personas, lugares , espacios y sensaciones, mientras reposan en su lugar, en su sitio, en su trono de objetos queridos.
Y lo mismo ocurre con esos espacios de la naturaleza donde se puede sentir la misma sensación. Donde las zapatillas de casa son la arena de esa playa que forma parte de nosotros como nosotros de ella. Y cuando el mar abraza nuestros ojos con su inmensidad brumosa e infinita, como tu sofá. Y cuando se acerca para besar los pies que hundimos sobre el agua que tanto hemos echado de menos. Y respiramos el mismo perfume de la última vez que nos trae tantos momentos felices... y sigue siendo ese mismo perfume.
¿A quién no le ocurre que a veces esta sensación la siente con una persona, alguien tan especial, pareja, amigo, familia o allegado, cuya compañía, voz, o abrazos hacen que uno sienta que está donde debe de estar...?.
¿Quién no tiene ese espacio secreto, ese lugar único, ese momento mágico de reencuentro con lo que nos produce sensación de felicidad, fidelidad, identidad y descanso?.
En el momento en el que sientas esto, podrás decir . “Estoy en casa”. Graba ese lugar, siéntelo, guárdalo en tu pecho, bajo tus manos, en tu memoria, en tus ojos, en el baúl de tus sentimientos... y no lo pierdas nunca porque forma parte de ti, como tú de él.