domingo, 10 de febrero de 2019

El punto de llegada y de partida

Nunca he tenido claro en los viajes si uno va o viene.
Si el punto de retorno es en realidad el punto de partida o si el viaje supone una ida y una vuelta a  algún punto abstracto entre el espacio físico y el espacio espiritual.
En cualquier caso, qué satisfacción tan enorme volver a casa, ponerse las zapatillas o sentarse en el cómodo sofá tuyo y de nadie más. Cuya vida solo la conoces tú y cuya vida, solo la conoce él.
Y contemplar los objetos que por circunstancias que nadie sabe, un día elegimos para que formen parte de nuestro entorno íntimo y nos evocan personas, lugares , espacios y sensaciones, mientras reposan en su lugar, en su sitio, en su trono de objetos queridos.
Y lo mismo ocurre con esos espacios de la naturaleza donde se puede sentir la misma sensación. Donde las zapatillas de casa son la arena de esa playa que forma parte de nosotros como nosotros de ella. Y cuando el mar abraza nuestros ojos con su inmensidad brumosa e infinita, como tu sofá. Y cuando se acerca para besar los pies que hundimos sobre el agua que tanto hemos echado de menos. Y respiramos el mismo perfume de la última vez que nos trae tantos momentos felices... y sigue siendo ese mismo perfume.
¿A quién no le ocurre que a veces esta sensación la siente con una persona, alguien tan especial, pareja, amigo, familia o allegado, cuya compañía, voz, o abrazos hacen que uno sienta que está donde debe de estar...?.
¿Quién no tiene ese espacio secreto, ese lugar único, ese momento mágico de reencuentro con lo que nos produce sensación de felicidad, fidelidad, identidad y descanso?.
En el momento en el que sientas esto, podrás decir . “Estoy en casa”. Graba ese lugar, siéntelo, guárdalo en tu pecho, bajo tus manos, en tu memoria, en tus ojos, en el baúl de tus sentimientos... y no lo pierdas nunca porque forma parte de ti, como tú de él.

martes, 25 de diciembre de 2018

Volver

Volver a casa después de medio año y  pedir en Atocha un café y un croissant. Pedirlo en español, con una sonrisa y oír ese "marchando" tan castizo, comprensible y familiar que suena a música celestial.     

Escuchar conversaciones cotidianas y entender todo, aun a riesgo de ser indiscreta,  pero es que esas charlas anodinas se transforman ahora en palabras mágicas llenas de sentido y de sabor a algo mío también.     

Y saborear el café con ese gusto delicioso y contundente, un café de verdad, de los que  despiertan el cuerpo y hacen volar los sentidos. Es un simple café de la estación pero supone  el beso en la boca, la caricia en la garganta el elixir que te acoge y te llena los sentidos, para hacerte consciente de que estás en casa.
Entra un mendigo, mira a todos, pero solo se dirige a mí. Me dice:–"Señora, por favor, ¿podría darme para un café?–. Al principio me asusto, le digo que no y desvío la mirada. Siento un poco de miedo y desconfianza. Después observo cómo mira los cafés y busco en mi monedero unas monedas que reservé cuando me marché de España. Sin mediar palabra, se las doy y el hombre me mira con expresión de agradecimiento.


Sigo inmersa en mi desayuno cuando me percato que el hombre se coloca cerca de mí para tomar el café pero la dueña le dice: —"Te hemos preparado un café para llevar. No te puedes quedar". 
—"¡Ah! No me puedo quedar"— ironiza. Esas palabras no son nuevas para él. Y lentamente se marcha cabizbajo.
Me quedo con sensación de tristeza e impotencia y pienso que hay muchas personas que pueden sentirse extranjeras en su propio país.
Ojalá el café al que le invité le transmitiera todas las sensaciones de bienestar, acogimiento y calor, que yo sentí.

La maldición de los gatos negros

Paseaba este hermoso gato negro tranquilo, sabiendo que a su paso, todos los humanos se apartarían.
–"¡Vamos, parad!. ¡Hacedme pasillo!. Soy el rey de los animales"–le gustaba maullar con su paso elegante.
Y así vivía día tras día, sintiéndose importante y manteniendo vivo su espíritu gatuno y solitario.
Nadie le había contado la "Maldición de los gatos negros".

domingo, 24 de junio de 2018

Poema-cojín

Ver estos poemas sobre un cojín y abrazarlos, es como poder tocar el alma de los versos y oler el sabor de la eterna poesía.  @Rebeca_VV



domingo, 11 de febrero de 2018

Gotas en el cristal

Apaga la puerta y cierra la Luz. Es hora de escuchar tus labios y dibujar gotas de lluvia sobre el cristal que nos une y nos separa.