La tierra late bajo mis pies
como el corazón de un recién nacido,
con sus labios secos de sal y de barro,
con sus gajos muertos de oscuros quejidos.
La tierra ¿muerte, sal o conjuro?
o quizás el renacer de la madre en un suspiro.
La piso, la toco, la siento, la sigo,
porque de ella vengo y a ella volveré
cuando el tiempo apague mi voz
y extinga por fin, mi nido.
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